Cuando la luz no llega: el otro gran desafío eléctrico de Chile
- rmatusdelaparra
- 21 abr
- 3 Min. de lectura

Imagina estar en tu casa, una noche fría de invierno, con los niños viendo televisión, la comida en el horno y tú tratando de terminar algo importante en el computador. De repente, se apaga todo. Silencio. Oscuridad. Y no vuelve en una hora… ni en dos. A veces, ni siquiera al día siguiente.
Aunque suene exagerado, para muchas familias en Chile —sobre todo en zonas rurales— este escenario no es una excepción, sino algo que ocurre con preocupante frecuencia. Y no se trata de un corte aislado por una tormenta puntual. Es un síntoma de un problema estructural: la calidad del servicio eléctrico.
Mientras como país celebramos avances impresionantes en energías renovables y metas de descarbonización, todavía hay un gran número de personas que siguen preguntándose lo más básico: ¿por qué se corta tanto la luz?
La respuesta no es sencilla, pero empieza por entender cómo funciona nuestra red eléctrica y quiénes están detrás de ella. En Chile, las empresas distribuidoras —como Enel o CGE— son las encargadas de llevar la electricidad hasta nuestros hogares. Y quienes supervisan que esto funcione como corresponde son organismos como la Superintendencia de Electricidad y Combustibles (SEC). En teoría, el sistema debiera operar de forma confiable. Pero la realidad es otra.
Por ejemplo, en 2024, solo en la Región del Biobío, se registraron casi 48.000 reclamos por cortes de luz en sectores rurales. Y si miramos a nivel nacional, vemos que junio es sistemáticamente el mes con más quejas, con más de 64.000 denuncias solo en ese mes. Lo más preocupante: la mayoría se concentra entre mayo y julio, justo cuando más necesitamos la electricidad para calefaccionarnos o simplemente mantenernos conectados.
En ese mismo año, más de 800.000 hogares quedaron sin electricidad en la Región Metropolitana tras un temporal. Las consecuencias fueron más graves de lo que cualquiera esperaba. Tres personas electrodependientes perdieron la vida por no contar con el suministro necesario. Fue un golpe duro para todos y un recordatorio de que el acceso confiable a la energía es, literalmente, una cuestión de vida o muerte.
¿Y qué pasa después de un corte?
En algunos casos, la SEC aplica sanciones e impone compensaciones económicas, como descuentos en la cuenta de la luz. Pero quienes han pasado noches sin calefacción o han visto electrodomésticos quemados por variaciones de voltaje saben que el daño no siempre se repara con plata.
Entonces, ¿por qué sigue pasando esto?
Una de las principales razones es la falta de inversión en infraestructura moderna. Muchas redes son antiguas, no se han actualizado, o simplemente no fueron diseñadas para soportar el crecimiento poblacional y las nuevas necesidades tecnológicas. A eso se suma que el clima extremo —como lluvias, viento o nieve— afecta gravemente la red, especialmente en sectores alejados o rurales, donde la reposición puede tardar mucho más.
También influye la desconexión entre el discurso y la acción. Nos hablan de innovación, de transición energética, de carbono neutral... pero si no garantizamos que esa energía —sea verde o no— llegue de forma segura, continua y equitativa, estamos dejando fuera a una parte importante del país.
Y no se trata solo de pedirle más a las empresas. Como ciudadanos también podemos y debemos participar. Denunciar cortes ante la SEC, exigir mejoras en nuestras comunidades, organizarnos con vecinos, y sobre todo, hablar de esto. Porque cuando entendemos que la calidad del suministro eléctrico no es solo un tema técnico, sino una cuestión de equidad y bienestar también cambia la forma en que lo enfrentamos.
En resumen...
La electricidad no debería ser un lujo ni un motivo de angustia. No basta con tener paneles solares y turbinas de viento si la luz sigue cortándose en los hogares que más la necesitan. Se necesita estar preparados, en Sky Control tenemos sistemas de almacenamiento para estas emergencias. Y el gran desafío es avanzar en una transición energética que no solo sea limpia, sino también justa, continua y confiable para todos.
Porque cuando se corta la luz, se corta algo más que energía: se interrumpe la vida cotidiana de millones de chilenos. Y eso sí que no puede seguir pasando.
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